La búsqueda

La niña creció queriendo ser como ellos. Se tragó las lágrimas para parecer más fuerte. Se deslomó como hormiguita para ser reina en su hormiguero. Se comió a la serpiente y fue víbora letal. Se tragó al elefante y dio pasos de gigante. Se bebió el veneno para poder ser inmortal.

Pero empezó a sentirse mal, muy mal. Y se agazapó. Y la lluvia comenzó a caer. Y tras ella, la tormenta. Y cada vez más mojada y más pequeña, fue ahogándose la majestuosa flor.

Cesaron un día las gotas y llegó la nada, el vacío, la desnudez. Comenzó a salir el sol y poco a poco sintió su calor. Y a lo lejos unas inocentes risas le llamaban Mamá. ¿Mamá? Mamá… ¡Dios mío, Mamá! Y se preguntó «¿Dónde habré estado yo todo este tiempo?»

Y comenzó a percibir el tierno olor a tierra mojada. A disfrutar del caminar de sus pies sobre la hierba. Y se acercó a aquellos hijos recién reencontrados y les abrazó. Y descubrió que por fin había llegado a la cima. En calma. En la paz de empezar de cero. De empezar de nuevo. Sin buscar nada ni a nadie. Porque ya se había encontrado.

© Ana Yela, 2019.

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