A sorbos bebo los versos
que riegan mi huerto de estrofas,
plantadas siendo bien niña niña
en el jardín del que brotan
sentimientos que sutiles
ponen música sin notas
a la canción de la vida,
al vencer y a la derrota,
a los instantes eternos
que dejan la copa rota
manando de sus aristas
para acariciar mi boca
ríos de tinta y letras
que al corazón puro evocan.

Cuán quisiera que las aves
que en el poema se posan
fueran libres por el mundo
sanando esas almas solas,
que hechizadas por el ansia
del material que se agota,
sufren la prisa del tiempo
sin apreciar cada gota
del manantial de la vida,
de la esencia de las cosas.

Cuán quisiera que sus plumas,
comprometidas, fieles, devotas,
hicieran frenar su paso
y pausaran rítmicas sus botas.
Cuán quisiera que surgiera
su melodía en la derrota
componiendo en alma y cuerpo
a la existencia una oda.

© Ana Yela, 2021.