Con el brillo de una navaja,
a la espera de mi media vuelta,
mi incertidumbre, mi defensa baja,
viniste con un beso en los labios
a cubrirme de mortaja.
Viniste ayer y volverás mañana
con tus trampas, con tus armas,
con tus regalos y migajas,
a venderme por cuatro perras
cuando ayer tus pies lavaba.
Viniste hasta mí en aquel huerto
de Getsemaní en Jerusalem
y hoy es en Odesa y su puerto
donde a tu maestro entregas
en cada hombre que cae muerto.
Viniste y vuelves cada día
con la traición por capirote,
con la cruz de tu codicia,
sin saber que yo te espero
como el que aguarda la agonía.
©Ana Yela, 2022.
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